sábado, 8 de febrero de 2014

No hay buen puerto. Herman Gil Robles.


Estimado lector, venga, digame, ¿a usted le gusta leer cuentos?, ¿le gusta el golpe por knock out que produce un cuento, contrario a la pelea por puntuaje de una novela? Estamos un poco más acostumbrado a la lectura de cientos y cientos de páginas, personajes que caen, que suben, que lloran, que deliran, que rien; pero piense piense, querido, estimado lector, que también debe haber un punto donde se nos ofrezca un mundo codificado en el menor espacio, con límites, frases que rebosen de cientos de significantes, a la manera de la poesía. 
Los cuentos que conforman este libro que traigo, este de aquí, mírelo: se llama “No hay buen puerto”, de Herman Gil Robles, cumplen esa tarea de una ficción más corta.  
Y es que mire: en unos cuantos renglones Herman Gil teje unos cuantos fragmentos de vida, pero no fragmentos  cualquiera, sino los fragmentos más determinantes de la vida en unos cuantos personajes. Un tema central recorre estos cuentos, el tema de la evasión. ¿Acaso no cuestionaba mi colega, el estimado príncipe Hamlet, ese colega que pueden conseguir en ediciones baratas en cualquier supermercado, que si qué es más noble para el alma sufrir: los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades y darles fin con atrevida resistencia? En casi todos los cuentos de Herman Gil Robles, los protagonistas pareciera evitan pensar en algo, olvidar durante un día lluvioso los problemas en casa; venga, estimado, querido lector, venga, ¿cuántas veces uno no desearía eso mismo?, y más importante, ¿cuántos no lo logran, cuántos no se sumergen en las fantasías y las drogas y quizá hacen algo más cuerdo que la mayoría de lo que los cuerdos hacemos: ignorar la frustrante y trastocada realidad en que nos tocó vivir?
A mi parecer, los cuentos más impresionantes son Ríe María José y Un poco tarde; el primero trata de un hombre deprimido por la muerte de su esposa que decide ser el conejillo de indias de una empresa llamada Dreamhost en cuanto a la experimentación de nuevas drogas; y el segundo sobre un joven que vive con su abuela y tras la muerte de esta descubre la ubicación de sus padres, decide ir a encontrarlos a un ambiente que parecería salido de un cuento de Juan Rulfo. Anque la verdad es que los demás cuentos no se quedan atrás.
Los personajes de Gil Robles han abandonado nuestra realidad convencional: están sumergidos en la evasión de las drogas o la de la fantasía; claramente, estimado, mi atento lector, ellos  han sacrificado la opción de la redención, no tienen buen puerto al cuál llegar.
Libro disponible en el siguiente vínculo de la editorial VozEd: http://www.vozed.org/2013/08/no-hay-buen-puerto-de-hermann-gil-robles/