jueves, 26 de julio de 2012

Para Gerardo Arana.


Dibujo que hice esos días. Un asco de dibujo, lo sé.

No fue la mejor de las amistades, tampoco fue la peor de las amistades. En realidad, podríamos decir que se resume a un día. No, a una noche. Estábamos Camila, Tania, Daniel, tu y yo caminando por Xalapa y recuerdo muy bien que Tania y yo nos pusimos a bailar y cantar en la catedral, y que recorrimos las calles del centro buscando, ya no sé si buscando convivir o simplemente atentar contra la monotonía.  Recuerdo el diente o hueso o lo que sea que haya sido esa escultura que encontramos entre puentes y plazas. Entramos a aquel café-bar con las mesas cubiertas de papel y el vaso de crayones y estuvimos haciendo nuestras obras de arte, y recuerdo que compartimos cigarros y reímos, y hablamos de libros y música. Si te soy sincero, me desesperaban tus problemas de memoria ram. Olvidabas las pláticas a los diez minutos de ocurridas, siempre disculpándote. Me irritaba que lo hicieras, supongo que no ocupabas hacerlo. Recuerdo muy bien eso, Gerardo, porque para mí hay un antes y un después de Xalapa, tanto creativa como empíricamente, y discúlpame si no puedo hacer esto un poco más artístico, un poco más literario, pero es que creo que el arte y la literatura terminan dónde empieza la realidad. La realidad amarga, acartonada y cruel. Y en realidad, también, tampoco me había decidido a escribir nada sobre ti. Por un lado porque todos ya lo hicieron, ¿qué tenía por añadir yo? Y por otro porque vivo demasiado desconectado de los del curso.  No fue la mejor de las amistades pero tampoco fue la peor de las amistades. Simplemente nos conocimos dos semanas, y luego nos alejamos. Descansa en paz, carnal.

lunes, 16 de julio de 2012

Trastornos de la vigilia.


We must get older, so wake up.
Regina Spektor.

Aunque no haya manera, tienes que despertar. Aunque seas defectuosa nadie mejor que tú puede ayudarme a mantener el abarrote inventariando los productos, revisando las cuentas, contactando nuevos proveedores. Hazlo por tus hijos, para que sean alguien, y que cuando estemos arrugados puedan recompensárnoslo; míralos, están llorando igual que tú cuando lloras por las noches: se frotan los ojos con los puños, reclaman entre berreos. ¿Por qué no puedo despertar como las personas normales? ¿Por qué tengo que estar defectuosa? Tú les enseñaste a llorar. A veces quisiera unirme, pero mi obligación no es esa. Mi obligación es abandonarte desconsolada en este mundo, dormirme entre tus llantos, y en la mañana levantarme una hora antes y traer las bandejas de hielo, preparar la tina con agua helada, agarrarte en brazos e interrumpir tu descanso sumergiéndote: porque si no lo hago te quedarías así toda la eternidad y yo necesito que me ayudes. Por eso tu obligación es despertar. Aquí no hay tina, mucho menos hay hielo. Y no hay de dónde sacarlos. Tenemos que superar esto: no quiero ponerme a berrear con tus hijos. Así que despierta ya.